Click the following link to read this page in English: Costa Rica History
América, compuesta por dos extensas masas continentales, unidas por un estrecho istmo, fue cuna de varias culturas precolombinas, algunas de ellas sorprendentemente desarrolladas. Sobresalieron la tolteca y la azteca, en la región central mexicana, y la maya, que abarcó, junto con el sur de México, toda la parte norte del istmo centroamericano. Sobre la región sudamericana florecieron las culturas Inca y la Chibcha. Aquella en lo que hoy corresponden a Perú y Bolivia, ésta, un poco más al norte, en lo que hoy es Colombia. Y fue justamente este puente centroamericano lo que permitió el intercambio de elementos de esas grandes culturas. Costa Rica está ubicada junto con Panamá en el extremo sur de ese puente continental, por lo que en un pasado remoto se benefició de ese intercambio. Y aunque no se han encontrado elementos que testifiquen la existencia en Costa Rica de una cultura tan desarrollada como aquellas, si se han hallado rasgos comunes, particularmente en la cerámica precolombina costarricense.
La población indígena de lo que hoy es Costa Rica no parece haber sido muy numerosa, si la comparamos con la de los países vecinos, estando aglutinada en varias tribus principales; la Huetar o Güetar que ocupó el Valle Intermontano Central con los nombres de Güetares de Oriente y Güetares de Occidente; los Brunka o borucas, Cotos y Viceítas en la región suroccidental del país; los Bri-Bri en la Cordillera de Talamanca y en el litoral caribeño del sur; los Chorotegas en la región norte y occidental del país, particularmente en lo que hoy es la provincia de Guanacaste y los Guatusos en las llanuras del norte. No existen indicios de que tales tribus fueran fundamentalmente guerreras y más bien se dedicaron a la pesca y a la caza y, en algunos casos, al cultivo limitado de algunos granos y vegetales como el maíz, el ñame y la yuca. Tejían fibras vegetales que coloreaban con tintes de igual origen y también con el mucílago de cierta variedad de caracoles marinos. Utilizaron el fruto del cacao como moneda, aunque la mayor parte de su intercambio comercial se realizó a bases del trueque. Su arte se manifestó, especialmente en el caso de los chorotegas, en fina y cromática cerámica y en el trabajo de la piedra, que en los altares ceremoniales denota refinado arte y exquisita ejecución.
Aunque Costa Rica no cuenta con riquezas minerales de consideración, los aborígenes nos legaron primorosas piezas artísticas de oro y jade, hoy exhibidas en los museos del país. En 1502 y durante su cuarto y último viaje al continente americano, Cristóbal Colón continuaba en la búsqueda de una ruta hacia las Indias Orientales, hacia Cipango y Catay. Navegando frente a lo que hoy es Honduras, su flota sufrió la acometida de una terrible tempestad, que la obligó a dirigirse hacia el sur y refugiarse entre las costas y una pequeña isla. En ese punto costero halló una aldea indígena llamada Cariari, en la que desembarcó el día 18 de setiembre de ese año. La pródiga naturaleza del país, así como la hospitalidad de los nativos, hizo que el Gran Almirante de la Mar Océana, Don Cristóbal Colón, le llamara Costa Rica, denominación que ha conservado desde entonces el país. Habiendo sido conquistada Centroamérica por España, se creó la Capitanía General de Guatemala, de la que vino a depender Costa Rica, la última porción conquistada. Fue quizás este hecho lo que permitió una pacífica conquista, por regla general. No obstante, los caciques Garabito y Coyoche escribieron heroicas páginas de lucha ante los conquistadores, encabezados por Juan de Cavallón, Juan Vásquez de Coronado y Perafán de Ribera, quienes requirieron de doce años para dominar al país. Y es aquí en donde arranca la conquista más ardua y trascendental: la conquista de la nacionalidad y de un sitio entre en los pueblos del mundo y el concierto de las naciones. Los siglos XVII y XVIII asisten a la callada pero irrenunciable lucha por la integración de una sociedad con identidad propia, mezcla de indio y español, ambas sangres rojas y ardientes. Ambas raíz y tronco del libre árbol costarricense que ahora abre sus ramas a todas las etnias y culturas del planeta. Se conformó desde entonces la personalidad democrática costarricense. La pobreza del país, la necesidad de sobrevivir y surgir en un medio cuya única riqueza era la que pudiera derivarse del cultivo de la tierra. Inicio penoso en una región de montañas vírgenes, de naturaleza indómita y exuberante. La enorme dificultad para contar con apoyo logístico ágil y seguro, desde otros sitios conquistados o desde España, hizo que los pobladores de Costa Rica se vieran desde el primer día, impelidos a conformar un solo equipo, en donde la organización social estuvo sujeta al trabajo compartido, a la lucha hombro a hombro y al reparto equitativo.
En donde el respeto se ganó a base de méritos hechos a la vista de todos, en comunidades tan pequeñas que resultaban casi como círculos familiares. Quienes tenían algún acceso a los avances culturales, necesariamente debían compartirlos en círculos tan reducidos con todo oído dispuesto. Las inquietudes políticas deben haber nacido al calor del aislamiento cotidiano de la nueva colonia, definiendo la necesidad de darse un gobierno propio, en parte por la lejanía de los centros administrativos a los que estaba sujeta y a la falta de medios de comunicación adecuados. De manera que el advenimiento de la emancipación, tres siglos después de la llegada de Colón a Costa Rica, encontró una sociedad madura para la responsabilidad de asumir su mayoría de edad como nación independiente, responsable y soberana. Ya la honda raíz democrática estaba inconmoviblemente fincada en la nacionalidad. Ciertamente habían nacido y crecido como un solo fenómeno social, que, al extenderse en el tiempo y particularmente durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX, se nutrieron del progreso de las ideas sociales y políticas que han conformado el mundo de hoy. Con el único paréntesis, más episódico que otra cosa, de la integración de Costa Rica a la República Federal Centroamericana, de muy efímera duración, el país siempre ha caminado en forma independiente. La única vez que Costa Rica ha tomado parte en una guerra internacional, fue entre 1856 y 1858, con ocasión de la invasión y ocupación de Nicaragua por tropas filibusteras, guiadas por Willian Walker y apoyadas por estados esclavistas norteamericanos. En esa única oportunidad el ejercito costarricense, formado por campesinos mal armados, luchó y venció al invasor en gloriosas batallas que culminaron con la rendición incondicional de quienes intentaron subyugar a un pueblo hermano. Esa hermandad centroamericana ha tenido igualmente manifestaciones pacíficas, como el establecimiento de la República de Panamá, con la que siempre le han unido fuertes lazos de amistad y cooperación ejemplarizantes.
Durante el siglo XIX se fundamentaron sólidamente los pilares de la educación y la economía costarricense. el sostenido progreso representado por la actividad cafetalera, dio origen a una oligarquía preocupada por la cultura, que dio respaldo a grandes avances educativos y que apoyó firmemente los valores nacionales.
La Constitución Política o Carta Magna de 1844 había enmarcado convenientemente el desarrollo del país, pero ya los anhelos sociales y de desarrollo económico requerían de nuevos planteamientos. Y es en 1949 que, a raíz de una cortísima guerra civil originada por el desconocimiento de un resultado electoral considerado de suma trascendencia, la nación aprovecha la coyuntura y se da una nueva Constitución Política, la cual, entre otras cosas, abolió el ejército como institución permanente. Este hecho de gran significación histórica, junto con la abolición de la pena de muerte un siglo antes por el General Tomás Guardia, y últimamente la creación de la Universidad para la Paz, resaltan en una clara manifestación de la idiosincrasia costarricense y un homenaje a la paz y a la fraternidad universales.
Fuente:
Del libro Todo Costa Rica, del autor Ricardo Vílchez N.
www.ricardovilchez.com
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